Hola! Soy Sergi de Ventas Internacionales y vengo a contarles de mi aventura por Perú.
Hay destinos que, por más veces que los veamos en postales, fotos o documentales, solo cobran verdadero sentido cuando uno está ahí, parado frente a ellos. Perú es uno de esos lugares. Y no cualquier parte del país: Cusco, el Valle Sagrado, el imponente Machu Picchu y la ciudad de Lima en sí, forman un circuito que no solo se disfruta, se siente. Éste viaje fue realizado junto a Ro Gonzalez de Ventas Aéreos y seis agencias y con el respaldo de Viajes Pacífico y la aerolínea Sky, quienes hicieron que la experiencia fuera tan fluida como enriquecedora.
Desde la llegada a Cusco, la ciudad sorprende. De día, por su aire colonial, sus callecitas empedradas y sus mercados llenos de color. Pero de noche, se transforma. El recorrido nocturno arranca con una visita a la Iglesia y Convento de San Francisco, con sus pinturas monumentales y una historia muy rica. Más tarde, la vista desde el Cristo Blanco regala una postal inolvidable de la ciudad iluminada, para terminar con una clase de Pisco Sour que también introduce a los visitantes a la bebida nacional con todo el ritual que merece.
El primer día libre permite una aclimatación necesaria (Cusco está a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar), pero por la tarde, el viaje se activa de nuevo con un paseo exclusivo por el encantador barrio de San Blas, lleno de arte y tradición. La Plaza de Armas, la Catedral y el Koricancha completan el recorrido histórico-cultural que conecta lo incaico con lo colonial. La noche cierra en Tunupa, un restaurante que es mucho más que eso: show en vivo, platos típicos y una vista privilegiada de la plaza. Un combo redondo.
El siguiente destino es el Valle Sagrado. Pisac, su mercado y su sitio arqueológico dan la bienvenida. El Museo Inkari, con una propuesta didáctica y visual, ayuda a entender la profundidad de las culturas prehispánicas. Pero lo más simpático del día es la visita al Museo de Cultura Viva de Yucay, donde se puede interactuar con llamas y alpacas y ver la feria de los artesanos locales. El alojamiento en esta zona, destaca por su buena ubicación; clave para moverse con comodidad.
Ya con el corazón bien puesto en el Valle Sagrado, la jornada siguiente no da respiro: Moray y sus terrazas agrícolas concéntricas dejan boquiabierto a cualquiera que se interese por la ingeniería ancestral. Las salineras de Maras, con su blanco radiante y el contraste del paisaje verde, son una de esas paradas que no se olvidan. Y Ollantaytambo, con su templo-fortaleza, es el broche perfecto antes de subirse al tren hacia Aguas Calientes (Pueblo Machu Picchu). A esta altura, el entusiasmo es total. Machu Picchu espera.
Y llega el gran día. Desde el sinuoso camino de ascenso ya se siente algo especial. Cuando finalmente se entra a la Ciudadela, todo se silencia. Las terrazas, las escaleras, las construcciones ceremoniales… todo parece respirar historia. “Es un lugar que te hace viajar en el tiempo” pensé. Y no hay mejor forma de explicarlo. El almuerzo y el regreso a Cusco completaron un día de emociones fuertes y mucha conexión con el pasado.
Antes de despedirse de la región, el viaje incluye una visita más que interesante a Sacsayhuamán y a los sitios ceremoniales de Qenqo, Puca Pucará y Tambomachay.
Desde Cusco, el viaje continúa hacia Lima. La capital peruana da la bienvenida con su lado moderno en Miraflores, su pasado milenario en la Huaca Pucllana y sus impresionantes edificios coloniales en el centro. El Convento de Santo Domingo, que alberga los restos de San Martín de Porres y Santa Rosa de Lima, es uno de esos lugares que no pueden faltar en ningún itinerario. Por la tarde, el Museo Larco muestra una cara distinta y muy rica del Perú ancestral, con piezas arqueológicas que cuentan mil historias. Y para mantenerse fiel a lo local, nada como una taberna tradicional donde degustar piqueos típicos y, por supuesto, abundante pisco. El broche del día: el Circuito Mágico del Agua, un espectáculo que combina luces, agua y música, ideal para cerrar la jornada con una sonrisa.
La última mañana en Lima está dedicada a uno de los grandes atractivos del país: su gastronomía. Un recorrido por el mercado local, una clase de cocina donde el ceviche se vuelve protagonista, y un almuerzo tradicional, redondean el viaje de forma perfecta.
Perú lo tiene todo: historia, paisajes, sabores, gente amable. Y también guarda algunos secretos que los agentes de viajes pueden tener en cuenta para que sus pasajeros lo disfruten al máximo.
> Primero: reservar con anticipación, especialmente para Machu Picchu, donde los accesos son limitados.
> Segundo: llevar ropa cómoda y por capas, el conocido estilo “cebolla”, porque el clima puede variar mucho.
> Y tercero: siempre que sea posible, comenzar el circuito por Lima y luego subir a Cusco, para una mejor adaptación a la altura.
Este viaje fue más que un recorrido por una nación fascinante. Fue un viaje bien pensado, con un logradísimo itinerario, que te permite disfrutar cada rasgo del país y su cultura de forma satisfactoria. ¡Gracias Viajes Pacífico y Sky por hacer que sea posible!